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ORFEOS

Dos espacios separados, uno dentro de la galería y el otro en el exterior, en la plaza principal de la ciudad están interconectados por las cámaras y un sistema para transferir directamente la acción del exterior al espacio de la galería y viceversa. En la misma plaza está instalado un típico arco inflable de los que marcan el inicio de una carrera, es negro con el nombre de la carrera en letras blancas estampadas: «Orfeos». Junto al arco se encuentra una mesa de inscripción para los viandantes que deseen participar en esta “carrera”. Los participantes reciben su número de dorsal, como en todas las carreras habituales, pero aquí no gana quien llega antes, únicamente hay que llegar. Los participantes deben llegar a la galería por su cuenta en búsqueda de particularidades que nos hacen únicos y diferentes, sin una ruta predeterminada ni un tiempo específico.  En la galería se encuentran con los artistas que exploran la superación de sus propios límites.

 

 

 

CREDITOS:

Autor/artista: Maya-Marja Jankovic

Asesoramiento: Mima Jankovic

Coordinación:Toni Castelló, Bane Jankovic

Realización audiovisual:Juan Vicent, Luis Aguilar

Experimentación escénica:Pepa Cases, Pau Carreguí, Marta Martín, Xavi Castelló,Alba Blanco, Henar Llidó, Cristina Llop, Manu Chabrera,Pedro Gilabert, Blanca Arias

Comunicación con el público:Oriana Brunori, Adriana Sanz, David Cebrián, Belén Yuste,Laia Campos, Susana Agost, Elizabeth Forner,Julia Serrano, Taissia Vyachenko

Operadores de video: Nerea Coll, Pilar Ramos, Carlos Pitarch, Pierre Defelice,

Consulta técnica: Rubén Carreguí, Pierre Defelice,David Lozano,Basel Handi Jonatan López

VENCER LA RENDICIÓN

HEURTEBISE. – Orphée! Orphée! Vous connaissez la mort!

ORPHÉE. – Ah!…J’en parlais, j’en rêvais, je la cherchais. Je croyais la connaître. Je ne la connaissais pas.

HEURTEBISE, secouant Orphée. – Vous la connaissez, en personne.

ORPHÉE, abattu. – …en personne.

HEURTEBISE. – Vous êtes allé chez elle!

ORPHÉE, réfléchissant. – …chez elle?

Jean Cocteau, Orphée

 

A Orfeo se le atribuye el más bello don con que se podría dotar a un humano: el canto, la poesía, la creación seductora capaz de domesticar a las bestias, calmar las bravas aguas, remitir la furia de los dioses y engatusar a cualquiera con el deleite de su arte. No obstante, la profundidad del mito no se muestra en su forma, sino oculto en el interior de la propia obra. El mito de Orfeo nos ofrece una serie de enigmas sobre la vida y el deseo humano, la pasión, lo divino y lo mortal. Pues ¿acaso podemos traspasar las fronteras de la muerte? Orfeo lo consigue: engaña a la muerte en un instante de persuasión. Y por un momento, desciende a los infiernos. Los dioses le permiten viajar al Hades para volver a encontrarse con Eurídice. Pero el intento de huida y rapto de su amada se torna imposible por ese mismo exceso de deseo.

En Orfeos de Maya-Marja Jankovic la historia sobre el amor, el arte y la muerte intenta desvelarnos otra forma predispuesta a la vida: el transcurso de esta misma en un devenir desobrado. Es decir, bajo la ausencia de obra. Por lo tanto, la vida se convierte en un medio y fin en sí mismo, en una pasión inconsolable que se consume interminablemente.

Si observamos el mito clásico en voz de Virgilio, Ovidio u otras versiones en época contemporánea con las figuras de Cocteau, Blanchot o Camus, nos cuestionamos si existe un retorno al mundo después de caer en las tinieblas. Sin embargo, en la carrera que nos propone la artista serbia la vida tiene una meta bien diferente: vivir la vida como desafío cotidiano. Por eso, todos somos Orfeos y en el dorsal llevamos el reto inscrito. La errante fantasmagoría de los Orfeos conduce a una incesante existencia suspendida en la vida. Vivir es la victoria de la vida. Existir es participar en la vida.

Pero, ¿cómo vencemos el correlato aparente entre vida y muerte? El mito de Orfeos de Jankovic se sitúa en el lugar de la creación, en esa “tierra de nadie” que es el espacio del deseo, las expectativas, el sueño, las ambiciones y, por supuesto, la superación humana. Sentimos que vencemos en la búsqueda perpetua, en el tránsito órfico entre la vida y la muerte. Además, la interpretación de Maya-Marja Jankovic no deja de ser una expresión de conciencia del mundo que nos envuelve, del tiempo universal y de la comunidad a la que pertenecemos. El anhelo humano de conquistar los límites, de desplazar las fronteras en virtud de su mortalidad y afrontar su destino como desafío existencial se desvela como convivencia. La participación de una colectividad donde la asociación de deseos, el habitar lo desconocido y su propia superación diríase, en definitiva, que forman parte de la carrera que es la vida.

Johanna Caplliure